En una maleta llevas los sueños. La tristeza y el arrepentimiento, no caben. |
La
mayoría de los venezolanos, cuando sentimos que el año está por terminar, que quedan
horas para despedirlo, se nos hace como un nudo en la garganta que generalmente
es difícil contener. El mayor anhelo es estar con los familiares, abrazados,
atorándose con las uvas en los últimos segundos del año, haciendo ese rutinario
acto en vísperas de una “mayor suerte” para los meses venideros.
Pero
no todos los años son iguales. Las celebraciones cambian, el número de personas
aumenta o disminuye. La sonrisa es más iluminada o más oscura. Recibir el año
separado de los tuyos, en otro territorio en la inmensidad del mundo, no es muy
fácil que digamos. Ni la persona más desligada de su familia podría desmentir
eso.
Y
cuando se acercan las fiestas, comienzan los preparativos. La decoración, los
regalos y el menú de la cena, salen a relucir para la última noche del año.
Pero aparece una pregunta inevitable: ¿Cuántos somos? Y en la respuesta,
aparecen, implícitamente, las “sillas vacías”, esas personas que ya no están.
La que está lejos, la que la vida se llevó por otro camino, la que eligió no
estar, la que se enemistó, la que la muerte se llevó; en fin, el que no pudo
llegar…Y en seguida la tristeza de adueña de la mesa, del momento…
Las
“sillas vacías” duelen, pegan en eso que llaman el alma y que nadie ve, pero
que vuela cuando ya no estamos en el plano terrenal. Y en ese momento necesito
dos cosas: ese abrazo contenedor que nos dimos cuando nos vimos por última vez,
y esa sonrisa que, sinceramente me diste con una palmada en la espalda. Los
ojos se comienzan a llenar de lágrimas y a pesar de que duelen, es la realidad,
y a ésta hay que aceptarla.
Entonces suspiro hondo y giro la cabeza. Y veo
las "sillas ocupadas". Son las personas que me aman. Y sonrío. Esa
es parte de la vida: pérdidas y ganancias...Así voy a brindar este 31 de diciembre,
con lágrimas contenidas por las "sillas vacías", y sonriendo desde
el alma por las "sillas ocupadas"...Feliz. Si, feliz a pesar de la
tristeza. Porque ser feliz no es necesariamente estar alegre. La alegría es una
emoción pasajera que termina cuando el buen momento finaliza. La felicidad es
otra cosa. Es un estado del alma. Ser feliz es estar en paz. En paz sabiendo
que estoy recorriendo el camino correcto, el que coincide con el sentido de mi
vida, el de mis errores y triunfos, con mis miedos y mi coraje...
Desde esta trinchera, deseo que ustedes reciban
un año nuevo con hermandad, amor y una gama de sueños por cumplir. ¡Hasta el
2015, queridos amigos!..