Prefiero escribirlo, aunque en mi mente dance como un eco atormentante.
Prefiero desahogarme en el teclado, decir lo que pienso a través de las
palabras impresas en la pantalla. Maldecir ha sido por siempre el peor verbo
que he conocido, el más espantoso. Tiene una carga tan negativa que cuando se
pronuncia es como sentir que has pecado unas cien veces en el día (para quienes
creemos fervientemente en la palabra de Dios).
Pero, hay cargas más negativas aún, esa que viene de un tercero que es capaz
de humillar sin hablar y de golpear sin tocar. Es esa que no ve, ni siente. La
palabra tiene un poder tan mágico que es capaz de cambiarle la vida no solo a
una persona, sino a millones más.
Una vez más vuelvo a tocar el tema de mi país, la realidad que atraviesan
miles y miles que hoy piden a grito ¡auxilio!, ¡piden comida!, ¡piden libertad!,
¡piden seguridad!, ¡piden paz!, ¡paz!, ¡paz!..
El artífice de todo esto tiene dos nombres, dos apellidos y un ineficiente
sucesor: Hugo Rafael Chávez Frías. La mayor bazofia que ha parido nuestra patria,
el peor engendro que heredó la pobreza venezolana. Es la representación tajante
de una mezcla entre el odio, el desprecio, la venganza, la envidia, la
brutalidad y el irrespeto.
Chávez nunca respetó la propiedad privada, mandó a invadir edificios
empresariales, hoteles, casas o apartamentos sin la presencia de sus dueños o
porque tener dos propiedades era demasiado y se debía compartir con el pobre.
Dio la orden de nacionalizar o expropiar o robar empresas de pequeña, mediana y
gran envergadura. Limitó al sector empresarial a la adquisición de dólares para
la compra de materia prima necesaria para producir en el país.
Decenas de multinacionales decidieron abandonar sus inversiones en
Venezuela, entre ellas, Bridgestone, uno de los mayores fabricantes de neumáticos
presentes en el país que tampoco estará más.
Por consecuencia, este martes se cumplió un cometido contra mí, contra mi
familia, contra el venezolano que se esfuerza por llegar lejos. La directiva
del Grupo Corimon, nuevo propietario de la marca, comenzó a tomar decisiones
sin cuestionar el esfuerzo de años. En el Complejo Deportivo Club Firestone, en
el estado Carabobo, al centro del país, se despojó a mis familiares de un
espacio dedicado para el crecimiento deportivo de niños, adolescentes y adultos,
sin aviso, sin otra oportunidad, sin pensar en quienes estaban detrás, sin
tomar en cuenta el legado, sin escuchar al resto. Hoy todos están sin nada.
Solo un vacío que quedó en el alma de quienes por poco o mucho tiempo llegamos
a formar parte del lugar.
Maldito seas Hugo Chávez, maldito seas Nicolás Maduro, maldita sea esa
burguesía socialista que finge amor por el prójimo, que vende una idea tan
pobre como el bolsillo del pueblo que los elige. Razón tenía Facundo Cabral al
decir que les tenía miedo a los ignorantes, porque son demasiados y por ende,
podrían escoger a un presidente.
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