Con temperaturas de menos 18º Centígrados, las semillas podrían durar cientos o incluso miles de años. Incluso si todos los sistemas de refrigeración fallaran, dicen los científicos, la temperatura en la montaña nunca superaría la temperatura de congelamiento debido al permafrost, la capa de hielo perpetua de la región.
Según el director del Fondo Global de Diversidad de Cosechas, fundado en 2004, Cary Fowler, el Fondo comenzó a aceptar semillas procedentes de todo el mundo en septiembre de 2007, hasta juntar unos tres millones de muestras.
Actualmente existen unos 1.400 bancos de semillas nacionales en varios países del mundo que contienen muestras de los cultivos de cada país.
Pero estos bancos, dicen los expertos, pueden quedar arruinados tras un desastre natural, una guerra o simplemente por falta de dinero del país involucrado.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un 75% de la diversidad genética de los cultivos agrícolas ya se ha perdido.
“Es por eso -dice Cary Fowler- que es importante guardar para el futuro estas muestras ya que son el fundamento biológico de la agricultura”.
Hace un año el estado noruego financió y empezó a romper la roca milenaria con el fin de construir y sellar el más extraño frigorífico jamás pensado. Para conservar en él quinientas semillas de cada una de las plantas que existen sobre la tierra.
Más de 100 países han apoyado el proyecto de la bóveda ártica que, se espera, salvaguarde la diversidad de cosechas del planeta en caso de una catástrofe global.
Esta iniciativa debería merecer los titulares principales de los grandes medios noticiosos del mundo entero porque se trata de un proyecto que busca beneficiar a todas las naciones del planeta Tierra.
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