lunes, 5 de septiembre de 2016

El autoexilio de un venezolano, a dos años de mi salida.



Este lunes 5 de septiembre se cumplen dos años desde que llegué a Chile. Desde que por primera vez comencé a vivir solo, que aprendí a ser independiente, que supe el esfuerzo de pagar gastos, que el saludo a mi familia se convirtió en digital y desde que comencé a recibir cada año nuevo en compañía de conocidos y algunos amigos que decidieron hacer lo mismo, autoexiliarse.

De Venezuela traje mi vida en un par de maletas. Recuerdos en cada espacio de mi memoria. Empíricos aprendizajes gastronómicos y una lista de metas profesionales que poco a poco he ido tachando.

Me faltan dedos de mi cuerpo para enumerar las maravillas por las que he pasado en 24 meses fuera de mi patria, pero también para contar los momentos importantes en los que me ha tocado ser el ausente de la reunión, el que faltó en la fiesta, el que no pudo aparecer en la foto.

Chile me ha enseñado millones de cosas. Su gente no habla extraño, sino diferente, como en cada rincón del mundo. Estamos acostumbrados a convertir el entorno en nuestro parecer, en calificar de negativo algo que no está en sintonía con nuestras costumbres. Eso lo entendí en medio de una ciudad colmada de extranjeros residentes y visitantes que alucinan por una cordillera blanca por su nieve en invierno, que se aprecia desde cualquier lugar de Santiago.

Recientemente inicié un proyecto personal que quiero compartir con ustedes. Un trabajo audiovisual que engloba los momentos más importantes de mi estancia en Sudamérica. En esta primera entrega, dejo una introducción del material, en el que iniciaré explicando cómo tuve que salir de Venezuela y cuáles han sido mis vivencias hasta ahora. Te invito a compartirlo...





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